A partir de los temas que surgen continuamente en los encuentros y acompañamientos que mantengo con diversos artistas y específicamente de una charla que surgió ayer en una clase que di a un grupo de artistas visuales latinoamericanos que cursan un programa de artistas donde soy docente hace años, es que vengo pensando en lo que significa ser artista visual hoy. Y sobre todo, en cómo circulan ciertos discursos que, aunque parten de una realidad innegable, a veces nos paralizan más de lo que nos movilizan.
Me refiero, concretamente, a la queja constante —y legítima— sobre las condiciones precarias del campo artístico: la falta de financiamiento, el desinterés institucional, el abandono estatal, la ausencia de políticas públicas, la nula difusión de la cultura visual en medios masivos, entre otros tantos factores estructurales que afectan a quienes producimos y trabajamos en las artes visuales.
Este panorama es real. No hay duda. Pero el problema comienza cuando la conciencia de esa precariedad se convierte en el único horizonte desde el cual se piensa la práctica artística. Cuando todo análisis o acción queda subordinado a la denuncia de lo que no hay. Porque sí, es cierto: faltan apoyos, falta estructura, faltan redes, faltan recursos. Pero también es cierto que hay artistas, gestores, curadores, mediadores y colectivos que, a pesar de todo eso, siguen haciendo. Y que lo hacen no porque ignoren las condiciones materiales de existencia, sino porque entienden que la única forma de transformarlas es desde la acción concreta.
A veces me parece que hay un romanticismo excesivo sobre cómo debería ser el mundo del arte. Y una especie de resistencia a asumir que, incluso en este sistema complejo, desigual y muchas veces hostil, debemos ser agentes activos. Artistas que observan, critican, sí, pero que también producen, diseñan estrategias, se adaptan, se reinventan, se preguntan con honestidad qué quieren lograr y cómo podrían hacerlo.
Porque no somos lxs únicxs que habitamos una precariedad estructural. Hay arqueólogxs especializadxs en puntas de flecha del noreste argentino que también tienen que autogestionarse sus investigaciones. Hay músicxs que combinan la docencia con la creación y la producción técnica para sostener su trabajo. Hay científicxs que deben aprender a escribir proyectos, aplicar a fondos internacionales, rendir informes y pensar en estrategias de divulgación si quieren seguir investigando. ¿Por qué los artistas visuales estaríamos exentos de eso? ¿Por qué seguimos esperando que alguien venga a descubrirnos, a financiarnos, a validarnos?
Queremos el reconocimiento de un sistema que al mismo tiempo rechazamos. Queremos vivir de nuestra obra pero nos resistimos a aprender cómo se vende. Queremos apoyo institucional pero no queremos postular a convocatorias. Queremos ser visibles, pero sin exponernos. Queremos profesionalismo sin asumir la responsabilidad que implica definir una trayectoria, tomar decisiones estratégicas, comunicarnos con claridad. Hay que desromantizar el lugar desde donde se produce arte hoy. No para ceder ante la lógica neoliberal, sino para no quedar atrapadxs en la queja sin acción.
Ser artista hoy exige, además de talento y sensibilidad, una enorme capacidad de lectura del contexto. Exige saber dónde estamos, hacia dónde queremos ir, qué necesitamos para hacerlo posible. Y sobre todo, exige pensar con honestidad nuestros propios objetivos. Porque no todos queremos lo mismo. Y eso está bien. Hay artistas que desean vender su obra en ferias internacionales. Otros que buscan trabajar con instituciones museales. Otros que desean mantenerse al margen del sistema, y desarrollar su obra desde lo comunitario, lo territorial o lo experimental. Hay quienes quieren vivir exclusivamente de la venta de su trabajo, y quienes prefieren combinarlo con la docencia, la gestión, la escritura o el diseño. Todas son decisiones válidas. Lo importante es saber qué queremos para poder construir una estrategia coherente.
La clave está ahí: en pasar de la queja a la acción. En dejar de vernos como víctimas de un sistema cruel, para comenzar a posicionarnos como agentes que, aún en condiciones adversas, pueden planificar, proyectar y sostener una trayectoria. No se trata de negar la precariedad, sino de no quedar atrapadxs en ella. De construir posibilidades incluso en contextos difíciles. De hacer con lo que hay
Y para eso, hay una pregunta fundamental que necesitamos hacernos:
¿CÓMO CIRCULA NUESTRA OBRA?
1.- ¿Quién ve lo que haces? Pensar la visibilidad artística como parte de la obra
Hay algo que suele generar incomodidad entre artistas visuales: hablar de visibilidad. Como si hacer visible la obra fuera un gesto impuro, comercial, superficial o incluso traicionero. Como si el reconocimiento público o la circulación social implicara una pérdida de sentido simbólico. Pero... ¿de qué sirve una obra que no se ve? ¿Para quién estamos creando si nadie accede a eso que construimos con tanto tiempo, recursos, estudio y sensibilidad?
La visibilidad no es un lujo ni un premio: es parte constitutiva de la obra. Porque el arte, incluso en sus versiones más íntimas o autorreferenciales, se completa siempre en el encuentro con otrxs. No hay obra sin mirada. No hay obra sin contexto.
La clave, entonces, no está en negar la visibilidad, sino en pensar cómo queremos ser vistos. Y eso nos lleva a una pregunta más profunda: ¿cómo circula tu obra? ¿Quién la ve? ¿En qué espacios? ¿Con qué relatos? ¿Con qué imágenes, textos o mediaciones? Responder esto no es fácil, pero es urgente. Porque no alcanza con hacer obras potentes si nadie accede a ellas. La visibilidad también es política.
2.- Visibilidad ≠ exhibicionismo
A veces se confunde visibilidad con autoexposición sin sentido. Pero visibilidad no es gritar más fuerte, ni producir contenido frenético en redes. Es construir una presencia coherente con el tipo de obra que haces y con los objetivos que te proponés como artista.
Hay artistas que se sienten cómodxs en redes sociales y pueden integrar su obra a esos lenguajes. Otrxs, no. Hay quienes prefieren ferias, galerías, bienales, o que construyen redes desde lo territorial. Lo importante es identificar los canales posibles, las formas, los ritmos y las estéticas que te representen. No existe una única manera de ser visible, pero sí existe un error común: no pensar en la visibilidad como herramientas que nos pueden ayudar a conseguir objetivos
Ser visibles no significa ceder ante la lógica del espectáculo. Significa asumir que toda obra necesita un contexto de circulación para desplegarse en su potencia.
Acá te comparto algunos puntos para que puedas comenzar a reflexionar en torno a la comunicación, visibilidad y autogestión de tu propio trabajo artístico. Como un punto de partida que te pueda ayudar:
Auditá tu presencia actual: ¿Dónde está tu obra hoy? ¿Quién sabe lo que hacés? ¿Tenés un portafolio? ¿Una web? ¿Una carpeta? ¿Un texto curatorial? ¿Una forma de presentarte que no dependa solo del azar?
Elegí canales estratégicos: redes, exposiciones colectivas, convocatorias, plataformas especializadas, residencias, colaboraciones, espacios autogestivos, textos críticos. ¿Cuál te sirve más hoy?
Narra tu obra: no de forma explicativa, pero sí comunicativa. ¿Qué tipo de experiencia querés que lxs otrxs tengan cuando se enfrentan a tu trabajo? ¿Cómo podés facilitar ese acceso sin simplificar lo complejo?
Establece metas realistas: ¿Querés que más curadorxs conozcan tu obra? ¿Querés exponer en un espacio concreto? ¿Querés reactivar tu web? ¿Tenés materiales visuales bien fotografiados? Definí qué podés hacer este mes para dar un paso hacia eso.
La visibilidad no tiene que alienarte de tu obra. Al contrario: puede ser una manera profunda de expandirla.
Y acá es donde la acción cobra sentido. Porque no se trata solo de producir, sino de hacer que eso que producimos tenga un lugar en el mundo. Y para eso, necesitamos definir nuestros propios caminos.
¿Querés visibilidad institucional? Necesitás saber cómo postular, cómo armar una carpeta, cómo escribir un statement. ¿Querés vender tu obra? Necesitás pensar cómo mostrarla, cómo hablar de ella, cómo crear un vínculo con quienes podrían adquirirla. ¿Querés trabajar desde los márgenes? Necesitás crear redes, narrativas propias, espacios de circulación alternativos. Todo eso requiere trabajo. Requiere tiempo. Requiere decisión.
Pero sobre todo, requiere dejar de esperar. Y empezar a actuar desde donde estamos, con lo que tenemos, hacia donde queremos ir.
¡GRACIAS POR LLEGAR HASTA ACÁ CON LA LECTURA! je!
Salió un texto mucho más largo de lo que imaginaba (siempre me pasa! je). Espero que lo hayas disfrutado así como yo escribiéndolo ;)
Me encantaría saber tu opinión. Aunque sea unas pequeñas lineas y asi, de alguna manera, entablar una comunicación. Que podamos generar una comunidad que reflexione sobre las artes visuales en su más grande expansión de temáticas.
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Hola Mariela, buen dia! Muchas gracias por tu comentario. Gracias por tu tiempo de leerlo y además comentarlo! <3 Y por supuesto por todo lo que acá decis . Se agradecen tus palabras! Ya estoy pensando en otros más en esta misma linea, espero encontrarnos nuevamente en la lectura! Un abrazo
Me parece absolutamente valiente tu escrito … eso ante todo
Luego me parece profesional y enfocado a la acción
Y por último me parece coherente desde el planteo y la consecuente propuesta de reflexión
Bravo